viernes, 13 de abril de 2012

Hellses

Martín observó ante sus pies un largo y claro pasillo pintado de beige. En el fondo un mostrador a tono y miles de papeles. Seguía confundido. No sabía muy bien que hacía allí, solo recordaba flashes confusos de un choque y vidrios y sangre. Algo sobre dinero y un robo. Máscaras negras y algunas balas caídas.
Ahora se acercó al mostrador detrás de él, tres hombres y dos mujeres sudaban delante de un pequeño ventilador de pie. Tomaban de un mate de chapa y discutían ruidosamente, parecía que no tuvieran nada que hacer. El calor era más y más intenso. Los montones de carpetas y papeles se sacudían un poco cada vez que el ventilador se volvía hacia ellos. Unas horribles máquinas emanaban calor y proyectaban una serie de letras amarillentas en una pantalla negra. El tiempo pareció detenerse. Por unos ventanales a través de unas persianas añejas entraban hilos de sol.
Nadie se percataba de su presencia. Carraspeó un par de veces e incluso caminó con la intención inútil de producir sonidos con sus pies sobre el brilloso suelo. Pasaban los minutos y decidió dar un pequeño golpe sobre el mostrador, que pareciera incidental. Como si hubiera accionado algún mecanismo secreto los miembros del aquelarre del mate se dieron vuelta, ofuscados. Uno de ellos, hombre y con una prominente nariz que sostenia unos ínfimos lentes se acercó – No tiene necesidad de ser grosero, al fin podría esperar. Dígame ¿por que viene?- y le clavó dos pequeños y malignos ojos sobre su existencia. No supo como contestarle y balbuceó lo poco que entendía en el momento. – Su nombre. Por favor- le dijo harto el humano bajo la camisa rayada. – Martín Argañaráz-. Tecleó en el aparato antiguo y caluroso. Fecha de Nacimiento. DNI. Estado civil. CUIT. Domicilio. Teléfono, todo se lo dijo al amorfo personaje que tecleaba rápidamente y con un dedo…
Pasó un rato largo hasta que finalmente le dijo – Argañaráz, usted viene por un DAD-048. Está para salir ¿Ya trajo la forma 798-g?- le dijo como diciendo una obviedad, casi como afirmándolo. Martín no la tenía, de hecho no tenía idea de que demonios era eso. – Ah no, sin la 798 no podemos pasarle el trámite. Tiene que conseguirlo ¿Trae encima el DNI?- revisó sus bolsillos y lo encontró.- Sí, acá está- contestó casi alegre. –Muy bien vaya al 6 piso oficina 337-h y pida la forma 798-g. Tome este pasillo hasta la escalera Oeste 2-.
Martín sólo quería alejarse de las risas macabras que se burlaban de su error a sus espaldas. Subió las escaleras, entrepiso 1, piso 1,2,3, entrepiso 2, piso 4, entrepiso 2b, piso 5 a, entrepiso 3, piso 5 b, piso 6. Había pasado un largo rato, desde que estaba en las escaleras, pero llegó. Se cruzó con un viejo barbudo, caminaba lentamente y daba un lamento a cada paso. – Disculpe, ¿la oficina 337-h?- le preguntó ilusionado. El lastimero hombre se acomodó un poco la barba y le contestó- Está en aquel pasillo- señaló uno de los cinco a la izquierda- ¿Por qué está aquí?- inquirió como recompensa por tan incierta información. – una forma 798-g o algo así- el hombre resopló y dijo pesadamente – Al menos tenías que estar acá yo estoy por un error de sistema hace años, espero que me saquen, chau y suerte, eh- y le palmeó la espalda antes de alejarse.
Horas pasó buscando la oficina y finalmente la encontró. Una ventanilla y tres personas frente a ella. Uno llevaba pata de palo y larga barba, otro una larga cicatriz en la frente y un largo capote, y el tercero una sotana sobre una abultada barriga. Reinaba el silencio, pero en el interior del cuarto con la ventanilla, se oía una radio y el tecleo. El hombre de la sotana se acerco a la ventanilla pasando a los otros dos, le murmuró algo imperceptible a la mujer bizca que la atendía y lo dejaron entrar por una puerta lateral. El hombre de la pata rosada agradeció y se fue llevando en su mano una especie de plano para llegar a la oficina 899. El encapotado sólo recibió en silencio una forma rosa y la llenó rápidamente, para huir luego entre las sombras de la luz fluorescente entubada. Saboreó llegar a la ventanilla y apenas se apoyó en el bordé de ella se cerró una hoja vidrio ahumado antes sus ojos. Sobre ella un trozo de papel rezaba “Horario de atención 11:30 a 14:30” miró su reloj, eran las 14:31. Golpeó la ventanilla hasta que la abrieron y la mujer bizca se limitó a mostrarle su reloj y decirle “cerrado”, antes de golpear nuevamente la hoja hacia abajo.

Agotado, se sentó en una banca junto a la ventanilla. Sudaba terriblemente y el calor aumentaba. Alguien tiró un diario al cesto junto al asiento . Cristo: “ya estamos ganando”, el único titular.

Martín encendió un cigarrillo y se resignó al infierno

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