domingo, 10 de noviembre de 2013

Paulisper subditorum

}}+



"

Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición"
Rousseau



La piedra del tiempo.
La traición, sus aristas, su final infinito.
La multitud de estrellas alumbrándonos un pasado que desconocen.
Los que valen
Los otros, los plateístas.
RIsa de rabia y de gloria.

Toda la inmundicia al interior de una vida.
Toda la insuficiente magia blanca del  mundo paralítico.
Toda la inmensidad de baba del que no entiende ni sus pasos.
Risa de rabia y de gloria.

Ilógicas y vagabundas porciones
de un mundo cortado
por el filo del cuchillo de la vanidad.

El enemigo sos vos
y es nadie.
Te pegan la peste por tevé.
La límpida certeza de la gilada.
Risa de rabia y de gloria.

Pero, entonces,  el verde esperándome

detrás de la cortina.

martes, 1 de octubre de 2013

El laberinto móvil.





Los incas algunas vez habrán soñado con erigir un laberinto que mutara en sus formas constantemente. Los romanos pensaron uno parecido, pero en la resolución había una orgía con vírgenes y muchachos. En la versión vikinga, terminaba en dragón y fuego.
Al mal le tomó un poco más de cien años.

Bievenidos a Constitución.

Decimosonatina a las redes virtuales de Mercurio

Su pipa
nadaba 
en el azul
un mar de naylon

Sobre ella 
se erguía 
península imperpetua
de una mano.

Alternaba 
el aire
con mares
inversos.

Sus uñas
encallaban 
otro celeste
negativo

Otra mano 
se acercó 
la palpó

y en Gerli

terminó la coreografía.

sábado, 10 de agosto de 2013

Del ensayo, una breve desventura por las tierras de la autoría



"Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío."
Miguel de Cervantes



Jorge Luis Borges está muerto. Ludwig Van Beethoven también. Sobre sus lápidas herrumbrosas florece irónico el moho del pasado, que crece en el presente y para ellos es futuro. Sobre sus nombres, bajo una brumosa papelería legal, pesa el confort de dudosos herederos. Alegre en el cielo, el inventor de la rueda, se les caga de risa. Cuántos giles- dice- comerían y se recostarían sobre oro por algo que no hicieron. Una presa de pollo se le atora, Borges no lo vé, Beethoven no lo escucha. Protagoniza una nueva muerte en el paraíso.
Aquí, en la tierra, Mikel, extasiado de cannabis y cansancio, busca el solaz de la música que, según él, escuchaba Sir Lancelot en sus horas felices. Pone su video favorito en youtube. Diez Horas de Música Medieval. Algún genio, algún aparato, algún infeliz se tomó el trabajo de buscar imágenes en gugle y pegar sus discos de música medieval , movie maker de por medio, para cargar un video que acumuló poco más de veinticinco reproducciones (el 70% hechas por Mikel).
Borges le comenta al inventor de la rueda que su invento es fascinante y se inscribe en él la lógica infinita y retornable del universo. Él, no le contesta, está morado y apenas esboza unos movimientos espásticos. Beethoven, sigue sin escuchar la charla y castiga un casiotone sin pilas.
Youtube como una barrera cibernética, impone el mayor de los sin sentidos. Una especie de carita triste colorada informa, al pobre Mikel (quien a esta altura hierve de enojo), que por violación a derechos de autor (así, sin más especificaciones) el video ha sido eliminado. Una puteada se pierde en el viento que roza las casas bajas de Adrogué.
Usted, querido lector, dirá “Esto es un montón de frases hiladas sin sentido” y yo tranquilamente podría contestarle, que el devenir de los días, está configurado de una manera similar. Sin embargo, le pido paciencia y que no se apresure a conclusiones como lo hace en la vida.
Imposible dar con esas melodías nuevamente, se lamenta Mikel, la compilación no aclaraba autores, ejecutantes, siquiera origen exacto de la música. Entonces lo vence la flojera de la generación cibernáutica, se deja seducir por un disco de Oscar Peterson y olvida el trago amargo. Pero, como imaginará, avezado lector, yo urdo secretamente un intento de solución. Mando un mensaje al usuario, le solicito cortésmente que me indique de dónde venían esos mágicos sonidos. No me contesta, la fortuna sigue riéndose de mí desde el interior de algún bolillero o una galletita oriental.
Superado el incidente del pollo, previa intervención de Bach que pasaba por allí, el inventor de la rueda, le comenta los pormenores de sus observaciones sobre los derechos de autor (desconoce evidentemente al abogado australiano John Keogh). El músico se irrita al punto de negar la inspiración divina y piensa en cuánto bien le hubieran hecho esas monedas  cuando la escasez se sentaba a su mesa.  Pero entonces, bastaba con chuparle las medias a algún noble con un mínimo atisbo de aprecio por sus acordes. Claro, le dice Borges, ve usted que la historia es infinita y la necedad humana ha permitido que hoy se encarguen de esos fines los monstruos sin rostro de las disqueras. Bach le dedica una sonrisa y se retira airado cuando ve que el escritor no le devuelve la amabilidad.
Aquí, no me lo niegue, ya estamos a pasitos del meollo del asunto.
Comienzo a buscar algún usuario que haya reproducido ese vídeo antes de que se pierda en el sintiempo de la web. Todo parece inútil, hasta que doy con un usuario que me contesta raudamente. Él (lancelot_59) tampoco ha podido dar con ese compendio de música nuevamente, sin embargo,  me comenta, tiene una espada mágica que lo ayudará a encontrarlo y a salvar a su patria. Evidentemente el hombre está orate. Nuevamente, mis esperanzas se desvanecen.
La música viene a mí en un sueño. Estoy en medio de un campo de trigo. Hay una mesa y cuatro sillas, dos de ellas están ocupadas. Me siento. A mi derecha un hombre de armadura intenta sin éxito pasar la bombilla de un mate por los huecos de su casco. A su lado, Borges sonríe. Yo desconfío de ambos, el cielo se ha puesto violeta. Súbitamente, una mujer de largos cabellos aparece, los campos se abren a su paso, la luz angelical que emana nos ciega. Cuando llega a la mesa, resulta ser una mujer bajita con cara de atender una mercería. Lleva un batón con flores y escupe al hablar. –Estimados, les traigo sus pedidos y rájense rápido- de uno de los bolsillos de su batón, saca, como en un acto de magia, una larga espada. El caballero medieval se yergue rápidamente, tirando la mesa con la pava y la yerba, toma la espada y parte corriendo entre los campos, simulando ir a caballo. 
-Es un tarado-se excusa la dama y me mira- vos vas a tener que esperarme un poco más. Borges, aquí lo suyo- del otro bolsillo del batón, saca una esfera rodeada por un halo azul que flota en el aire, es lo más bello que he visto en mi vida. 
-Aquí tiene- le pone la esfera en la mano a Borges- su bendito Aleph, mire todo el universo tranquilo. Borges lo acerca a su cara y lo guarda en su bolsillo. Le agradezco la ironía, dice y se apoya en su bastón, camina lentamente hasta que se pierde de vista entre el amarillo del trigo.
Como salida de la nada, como si fuese  puesta por el montajista de los días, se empiezan a escuchar los acordes de la música medieval. Ojalá estuviese Mikel aquí. 
Ella se suena los mocos con estruendo –así que esto es lo que buscabas- se ríe y se nota que ha perdido uno de sus caninos- no che, no va a poder ser. Tengo arreglado con un poder superior empezar a quedarme con toda la música que no sea en vivo.
-¿Cómo puede hacer eso?- le digo, sin ocultar mi tristeza.
-Son años de ser la inspiración de tantos, en algún momento me quiero retirar, ya estoy pagando un bungalow en el cielo, los de las disqueras ganan plata, yo también. Entendeme un poco, che. Después de todo, la música está en el aire.

Despierto. Mikel duerme, ronca en do menor. Empiezo a grabarlo, sé que algún día podré cobrar por esos sonidos.


domingo, 7 de julio de 2013

Pájaros enojados o que se jodan los civiles




"All your life
You were only waiting for this moment to arise"
Paul McCartney,  bah, eso dicen


History Channel, una madrugada cualquiera, entre todos los programas que nada tienen que ver con la historia, me encuentro a un locutor ensimismado contando con horror los bombardeos de los alemanes a Londres. Unos hijos de puta, estos rayadísimos y tan delicadamente racionalistas nazis. El locutor lo certifica, pero agrega un detalle “nunca se habían visto bombardeos a civiles de esa naturaleza, los nazis habían cambiado las reglas de la guerra”, funde a negro, imágenes del campo de concentración tal en donde, estos mismos turros, se cargaron a una bocha de gente sin demasiadas razones que excedan al determinismo biológico. Hasta aquí, de los bombardeos a las ciudades alemanas a la vuelta, nada, de Hiroshima y Nagasaki (para todos los que se preguntan cómo pasaron los japoneses de samuráis a pokemones), nada. 

Sigue…

Qué onda rara, pienso, esa de la paja en el ojo ajeno, esa de “te rompemos todo, pero por la democracia”…(GUAU, MI ESMARTFOUN ME AVISA COMO VA A ESTAR EL CLIMA SIN QUE SE LO PIDA- ojalá te enteres, antes de morir en una mina de silicio de los superreptiles, que eras parte de su plan)…Pero los yanquis, que se creen capos y amigos de los reptilianos, cuando en realidad son sus Godínez, ya sabemos cómo son, que el imperialismo malvado, amigos de la yuta, amargos…

Apago,  pero sigo manija.
 A la mañana siguiente, subo  al tren y unos nenes juegan al angry birds sin mirarse entre sí, hipnotizados por la pantalla del celular…tiempo después, lo pruebo, es divertido y adictivo, una de esas cosas que hacen para que te olvides cualquier posibilidad de rebelión y tal, pero entretenido.

En una de las pantallas, descubro que estos pájaros que rompen todo, atacando a unos chanchos verdes, están bombardeando una estructura que emula un edificio civil cualquiera, los monoblocks de Patricios, como debe haberlos en Irak, en Sarajevo, en Somalia. Un lugar donde intentan vivir un montón de giles, como uno, que  tratan simplemente de sobrevivir y granjearse, cada tanto, un trago de alegría. El corazón de lo que vemos todos los días.

Nos están preparando los pibes para el mal. Esto da miedo, pero es así…pero como la historia se tuerce, no se enojen, yanquis, superreptiles y europeos, cuando les toque el papel de los chanchos verdes…


Y así se inscribe otro círculo en el papel tapiz de la cocina de la historia.



martes, 21 de mayo de 2013

Alejandro de Macedonia vuelve a visitar el Ganges

...tu perfume de abril
se esfumó sin querer...
Eladia Blázquez




Nishimoto no se cansaba de cuestionármelo. Algo de razón tenía, pero de todos modos, yo no podía dejarlo atrás. En otros casos, era más sencillo, el anhelo, la derrota previa al dicho o posterior al mismo...esto era distinto.
Todavía no me explico como fue que empezó...si fue mera casualidad, sí recuerdo con claridad el momento. Panazzari explicando el estructuralismo en la crítica literaria, esos marzo iniciáticos y terribles que surcan los salones con entusiasmo y vehemencia. La ví. No se podía decir más que eso...ahora bien, sería lo contrario de lo que ví...para ser más claros, ella era todo lo contrario a lo que uno pensaría...con el tiempo esto era banal. La cuestión era esa, conseguir sacarla de ese castillo de mutismo. Darle voz.
Las primeras semanas, el saludo normal, esa cosa rutinaria, hacer de la repetición y la costumbre un sentimiento de simpatía, un plan absurdo, pero no menos efectivo. Victoria insistía en que me acercase, derramaba el café con leche en las mesas de la bronca, me decía que sólo fuese con confianza hacia ella. Era evidente, en el más íntimo de los fueros de mi amiga sabía perfectamente que eso no pasaría...pero hacía el ritual de la confianza, acto cariñoso, reiterado e inocuo que salía de su corazón y eso no se podía cuestionar.
La tarde en que se lo confié, Nishimoto, se río con asma y cerrando sus ínfimos ojos orientales. Sin embargo, me dijo que persistiera, no estaba de más.
Lo que no pudieron los esfuerzos animosos de mis amigos, lo pudo (como usualmente sucede) el azar. Una tarde de esas de en que la inocencia juvenil me llevó a Puán a pesar de la huelga, me descubrí sólo, en un aula amplia y fría junto a ella y quizás por el disgusto de descubrirnos a ambos al pedo, ella me invitó a un comunista y soso café del bufet. Allí hablamos trivialidades y un conjunto de ridículas ambiciones académicas. Se río un par de veces y finalmente, me atreví a algún cumplido.
Los meses subsiguientes, el otoño gris y lleno de ruido de Buenos Aires, cobijó lo que parecía otro de mis idilios platónicos. Largas acompañadas al bondi, algunos discos, algún arrime en el subte A que no pasaba de parecer casual. Su perfume inundaba la ciudad a cada segundo, desde Constitución a la vuelta a casa. Le escribía nimiedades todos los días, hablábamos con asiduidad de Dostoievski, Barthes y nunca se me escapó un comentario sobre los partidos del fin de semana o como Led Zeppelin era una banda sobrevalorada. Todo era paz, armonía...sólo faltaba que nos condujéramos a las bocas, que nos acariciemos...sólo faltaba el gol.
Una noche, una aciaga noche de junio, después de disfrutar de una sesión de winamp cargada de Focus...en medio de la ebriedad, tuve un sueño:  Alejandro Magno cagándoseme de risa, en medio de un boliche de Palermo, comentándole a Maradona que yo era un pechofrío y decidí invitarla a salir, así sin más. Ella contestó con indiferencia que sí y nos citamos romántica, previsible, porteñamente al Tortoni.
El frío apenas me dejaba pensar. Entré y pedí un café, una pareja alemana se mataba a besos en la otra mesa. Tuve un rato de maldecir a los europeos y desear que los árabes los mataran a todos cimitarrazos...entonces entro ella.
Y no era ella. Estaba preciosa, radiante, se había arreglado para mí. Estaba maquillada con gusto y precisión. Su bozo tan visible sobre su piel blanca había desaparecido. Su pelo, habitualmente con aspecto de siesta en el 65 estaba hermosamente recogido.Ya no tenía una de las tres remeras de Nirvana que llevaba constantemente, lucía una camisa planchada y nívea. Se acercó a mí, me miraba con bestial deseo, ya sin sus habituales lentes gruesos y percudidos. Olía a jazmín, a perfume importado, su voz no tenía el habitual tono nasal. Al llegar a mi mesa, le contesté en alemán que yo no era yo y la vi sentarse a esperarme...Terminé mi café frío y pagué la suma exorbitante de dieciocho pesos por él...y pensar que me había arreglado tanto para verla, pensé, tomándome un repleto subte en Diagonal Norte.

viernes, 8 de marzo de 2013

Los Consejos *



*N de A: Esta nota es un descarte de mis "apuntes fallidos"
sobre el descenso de River Plate, para la revista 
"El escupitajo de oro" próxima a editarse. 
Un osado encargo de Jonatan Lipner.



No debes cambiar tu origen
ni mentir sobre tu identidad. 
Es muy triste negar de donde vienes
lo importante es adonde vas. 
Javier Martínez


-I fall in love too easily…- la voz de Chet Baker se pierde en la oscuridad de la habitación, entre libros desperdigados y cajas llenas de nada. Apenas el ruido de los coches, la luz de un farol que se filtra entre las hendijas de la persiana y ellos dos, silenciosos, una botella de whisky. Fernando apura el último trago y se levanta- Me voy a dormir, no doy más- y sin esperar respuesta, encara, tirando cosas en su caminar tambaleante, hacia el dormitorio. Martín se esfuerza por llegar a articular palabras, pero una especie de masa gomosa e invisible le llena la garganta, casi lo ahoga, se lleva el pico de la botella a la boca. Se frota el rostro con el dorso de la mano y carraspea.
-Te vas, hermano, no me importa che, no sos el primero. Nos dejaron, hermano, nos dejaron. En un rato, todo se fue al carajo..¿Quién lo iba a decir, no? Éramos los más grandes, se nos venían encima, sólo para ver si nos tiraban…Ahora estamos en la lona ¿Cómo hago mañana? ¿Con qué jeta me levanto? ¡Eh! ¡Decime!- El grito despierta a Fernando en el otro cuarto, que simplemente le dice que se vaya a dormir.
-No me importa, vos querés dormir ¿Cómo hacés, decime? Marchamos, como perros, y con todo para no perder ¿Qué nos pasó? ¿Te acordás: Burgos, Hernán Díaz, Rivarola, Altamirano, Almeyda, Astrada, Sorín, Orteguita,  Crespo, Gallardo y El Príncipe? Nos vendieron, hermano- un eructo le sube al gargero, se le dificulta hablar, el vómito, ese irrefrenable impulso de purificación, se anuncia- ¿Y vos te vas a dormir?...No hay que ir más, tiene razón el viejo Pedutti, son todos unos chorros ¿quién te manda a romperte la garganta por esos maricones? Me cago en mi viejo…Che, Fer ¡Fer!- un leve sonido sale del dormitorio contiguo- ¿Vos sabés que en casa son todos bosteros menos él? Un turro, por lo menos bostero nos tendría de hijos…Una vergüenza, cuando tenga pibes…- allí la voz se le va y rompe en sollozos, una maremágnum de imágenes se le viene a la cabeza, desde la primera vez que fue a la cancha, su viejo escuchando la radio y regando el patio, su primera casaca, la novia de la infancia que lo dejó hace unos días, una fuerte caída de una escalera en la infancia y finalmente, sus ojos posándose en el vómito sobre el parquet…
Una mano le toca el hombro, Fernando, en calzoncillos, se acerca, lo ayuda a ponerse en pie y lo lleva al baño, Martín sólo solloza -¿Por qué, hermano? ¿por qué?- su amigo lo calla y lo lleva al dormitorio, lo recuesta y se recuesta junto a él. Harto de los sollozos, luego de veinte minutos ininterrumpidos, se incorpora.
-Callate, pelotudo, estás borracho y encima tenés el corazón roto ¿Te creés que no me pasa lo mismo? ¿Vos me vas a venir a contar lo que es sufrir? ¿Sabés lo que fue volver de Córdoba? Nos cavamos la tumba solitos…no nos queda mucho más para hacer…No sé si iré a la cancha o no…pero…
-¡Vos sos un traidor, Fer! Seguro que sabías lo de ella y Darío y no me contaste nada y encima Pavone…y Román ¡ese hijo de puta!- Martín se cura los mocos de la voz y grita, cada vez más enojado- ¡Nosotros somos los más grandes! ¡Esto es una cama que nos hizo Grondona! ¡La puta que los remil parió! ¡Hay que colgar a todos estos chorros!- Fernando le pedía que baje la voz, con esfuerzo se incorporaba y lo trataba de callar, la habitación le daba vueltas.
En ese batifondo de sonidos, en ese quilombo tunecino, Fernando, confundido, distinguió uno que lo puso en alerta, el timbre del departamento que sonaba con insistencia. Con esa velocidad tan típica de los mamados en apuro, calló a su amigo, apagó la música y se dirigió a la puerta. Por la mirilla vió a tres hombres, semidesnudos y ojerosos, una voz aguardentosa:-Abrí, pibe, o llamamos a la yuta-.
Los tres hombres entraron lentamente, llevaban cada uno una serie de papeles y revistas, Fernando seguía atemorizado- Llamalo a tu amigo, dale pibe, que queremos ir todos a dormir- le dijo otro de los hombres, tenía una incipiente calva, rodeada de motas de pelo y una barba descuidada, sin saber que hacer, llamó a su amigo casi por inercia. Este, más acobardado aún, se levantó de la cama, para caer en un sillón entre los tres hombres.
-Mirá, pibe- empezó el de la voz aguardentosa, tenía una remera absolutamente ruinosa con la leyenda “Camboriú” y un tucán que alguna vez fue multicolor- te escuchamos lloriquear y quisimos ayudarte o matarte. Te voy a esplicar como es la cosa. Yo soy Tito, soy hincha de Huracán, David- el de la calva incipiente hizo un gesto de asentimiento- es socio de Atlanta hace cuarenta años y Alberto- un hombre alto y desgarbado que se rascaba el mentón- es de Ferrocarril Oeste- Tito dejó salir un largo resoplido de sueño- Nosotros, te venimos a esplicar, que no es tan terrible, fíjate, entre los tres sumamos un montón de descensos, mi equipo, sin ir más lejos, acaba de descender ¿y me ves lloriqueando? No pibe, la cosa no es así…-miró a David y este continuó la charla –Y ni hablar de nosotros que bajamos dos categorías, lo mismo que Alberto- El hombre alto asintió- tu club es tu club, cuando vayas a la cancha, se te va a pasar todo, lo mismo contra Deportivo Merlo que contra Independiente o Boca.
Fernando y Martín, aterrados y entendiendo poco, asintieron mecánicamente. Tito, que luchaba contra el sueño, hizo un gesto y los tres les dejaron los papeles- Te dejamos, acá, pibe, las crónicas de los descensos que sufrimos, leelas y contanos. No dejes de ir a la cancha, el club es como tus viejos, no podés dejarlos atrás por una derrota o mil, pero eso lo vas a entender solito cuando veas salir los muchachos a la cancha con los colores, no te lo tengo que explicar- Fernando abrazó instintivamente a Tito, quien le palmeó la espalda y se lo despegó rápidamente- Vamos muchachos, ya entendieron- hizo un ademán y todos fueron saliendo, después de darse la mano con ambos. Antes de irse, Alberto, con una voz muy gruesa y de mal dormir, se acercó a la oreja derecha de Fernando y susurró- Y si no se dejan de joder, los cago a trompadas- acto seguido le dio un beso en la mejilla y le sonrió.
Martín dormía ya sin ningún tapujo y roncando sobre el sillón, Fernando hojeó apenas las páginas y revistas y recortes que le dejaron y entendió, como se entiende todo lo importante, de un sacudón, que lo primero que tenía que hacer era averiguar con quién les tocaba jugar la primera fecha del nacional B.