viernes, 8 de marzo de 2013

Los Consejos *



*N de A: Esta nota es un descarte de mis "apuntes fallidos"
sobre el descenso de River Plate, para la revista 
"El escupitajo de oro" próxima a editarse. 
Un osado encargo de Jonatan Lipner.



No debes cambiar tu origen
ni mentir sobre tu identidad. 
Es muy triste negar de donde vienes
lo importante es adonde vas. 
Javier Martínez


-I fall in love too easily…- la voz de Chet Baker se pierde en la oscuridad de la habitación, entre libros desperdigados y cajas llenas de nada. Apenas el ruido de los coches, la luz de un farol que se filtra entre las hendijas de la persiana y ellos dos, silenciosos, una botella de whisky. Fernando apura el último trago y se levanta- Me voy a dormir, no doy más- y sin esperar respuesta, encara, tirando cosas en su caminar tambaleante, hacia el dormitorio. Martín se esfuerza por llegar a articular palabras, pero una especie de masa gomosa e invisible le llena la garganta, casi lo ahoga, se lleva el pico de la botella a la boca. Se frota el rostro con el dorso de la mano y carraspea.
-Te vas, hermano, no me importa che, no sos el primero. Nos dejaron, hermano, nos dejaron. En un rato, todo se fue al carajo..¿Quién lo iba a decir, no? Éramos los más grandes, se nos venían encima, sólo para ver si nos tiraban…Ahora estamos en la lona ¿Cómo hago mañana? ¿Con qué jeta me levanto? ¡Eh! ¡Decime!- El grito despierta a Fernando en el otro cuarto, que simplemente le dice que se vaya a dormir.
-No me importa, vos querés dormir ¿Cómo hacés, decime? Marchamos, como perros, y con todo para no perder ¿Qué nos pasó? ¿Te acordás: Burgos, Hernán Díaz, Rivarola, Altamirano, Almeyda, Astrada, Sorín, Orteguita,  Crespo, Gallardo y El Príncipe? Nos vendieron, hermano- un eructo le sube al gargero, se le dificulta hablar, el vómito, ese irrefrenable impulso de purificación, se anuncia- ¿Y vos te vas a dormir?...No hay que ir más, tiene razón el viejo Pedutti, son todos unos chorros ¿quién te manda a romperte la garganta por esos maricones? Me cago en mi viejo…Che, Fer ¡Fer!- un leve sonido sale del dormitorio contiguo- ¿Vos sabés que en casa son todos bosteros menos él? Un turro, por lo menos bostero nos tendría de hijos…Una vergüenza, cuando tenga pibes…- allí la voz se le va y rompe en sollozos, una maremágnum de imágenes se le viene a la cabeza, desde la primera vez que fue a la cancha, su viejo escuchando la radio y regando el patio, su primera casaca, la novia de la infancia que lo dejó hace unos días, una fuerte caída de una escalera en la infancia y finalmente, sus ojos posándose en el vómito sobre el parquet…
Una mano le toca el hombro, Fernando, en calzoncillos, se acerca, lo ayuda a ponerse en pie y lo lleva al baño, Martín sólo solloza -¿Por qué, hermano? ¿por qué?- su amigo lo calla y lo lleva al dormitorio, lo recuesta y se recuesta junto a él. Harto de los sollozos, luego de veinte minutos ininterrumpidos, se incorpora.
-Callate, pelotudo, estás borracho y encima tenés el corazón roto ¿Te creés que no me pasa lo mismo? ¿Vos me vas a venir a contar lo que es sufrir? ¿Sabés lo que fue volver de Córdoba? Nos cavamos la tumba solitos…no nos queda mucho más para hacer…No sé si iré a la cancha o no…pero…
-¡Vos sos un traidor, Fer! Seguro que sabías lo de ella y Darío y no me contaste nada y encima Pavone…y Román ¡ese hijo de puta!- Martín se cura los mocos de la voz y grita, cada vez más enojado- ¡Nosotros somos los más grandes! ¡Esto es una cama que nos hizo Grondona! ¡La puta que los remil parió! ¡Hay que colgar a todos estos chorros!- Fernando le pedía que baje la voz, con esfuerzo se incorporaba y lo trataba de callar, la habitación le daba vueltas.
En ese batifondo de sonidos, en ese quilombo tunecino, Fernando, confundido, distinguió uno que lo puso en alerta, el timbre del departamento que sonaba con insistencia. Con esa velocidad tan típica de los mamados en apuro, calló a su amigo, apagó la música y se dirigió a la puerta. Por la mirilla vió a tres hombres, semidesnudos y ojerosos, una voz aguardentosa:-Abrí, pibe, o llamamos a la yuta-.
Los tres hombres entraron lentamente, llevaban cada uno una serie de papeles y revistas, Fernando seguía atemorizado- Llamalo a tu amigo, dale pibe, que queremos ir todos a dormir- le dijo otro de los hombres, tenía una incipiente calva, rodeada de motas de pelo y una barba descuidada, sin saber que hacer, llamó a su amigo casi por inercia. Este, más acobardado aún, se levantó de la cama, para caer en un sillón entre los tres hombres.
-Mirá, pibe- empezó el de la voz aguardentosa, tenía una remera absolutamente ruinosa con la leyenda “Camboriú” y un tucán que alguna vez fue multicolor- te escuchamos lloriquear y quisimos ayudarte o matarte. Te voy a esplicar como es la cosa. Yo soy Tito, soy hincha de Huracán, David- el de la calva incipiente hizo un gesto de asentimiento- es socio de Atlanta hace cuarenta años y Alberto- un hombre alto y desgarbado que se rascaba el mentón- es de Ferrocarril Oeste- Tito dejó salir un largo resoplido de sueño- Nosotros, te venimos a esplicar, que no es tan terrible, fíjate, entre los tres sumamos un montón de descensos, mi equipo, sin ir más lejos, acaba de descender ¿y me ves lloriqueando? No pibe, la cosa no es así…-miró a David y este continuó la charla –Y ni hablar de nosotros que bajamos dos categorías, lo mismo que Alberto- El hombre alto asintió- tu club es tu club, cuando vayas a la cancha, se te va a pasar todo, lo mismo contra Deportivo Merlo que contra Independiente o Boca.
Fernando y Martín, aterrados y entendiendo poco, asintieron mecánicamente. Tito, que luchaba contra el sueño, hizo un gesto y los tres les dejaron los papeles- Te dejamos, acá, pibe, las crónicas de los descensos que sufrimos, leelas y contanos. No dejes de ir a la cancha, el club es como tus viejos, no podés dejarlos atrás por una derrota o mil, pero eso lo vas a entender solito cuando veas salir los muchachos a la cancha con los colores, no te lo tengo que explicar- Fernando abrazó instintivamente a Tito, quien le palmeó la espalda y se lo despegó rápidamente- Vamos muchachos, ya entendieron- hizo un ademán y todos fueron saliendo, después de darse la mano con ambos. Antes de irse, Alberto, con una voz muy gruesa y de mal dormir, se acercó a la oreja derecha de Fernando y susurró- Y si no se dejan de joder, los cago a trompadas- acto seguido le dio un beso en la mejilla y le sonrió.
Martín dormía ya sin ningún tapujo y roncando sobre el sillón, Fernando hojeó apenas las páginas y revistas y recortes que le dejaron y entendió, como se entiende todo lo importante, de un sacudón, que lo primero que tenía que hacer era averiguar con quién les tocaba jugar la primera fecha del nacional B.