miércoles, 5 de julio de 2017

Diario de los bischoznos de Georg Johann Luger


Porque la creación fue sujetada a futilidad


Romanos VII-XX




Nos divertíamos así, simplemente. 
Como los monos crueles mirando las hormigas sobre la rama que las conduce a su boca.
Cualquier tarde, calcada.
Casi no escuchábamos a la navaja del tiempo afilándose.

Afuera, quemaban antiguos cadáveres, sudaban el ruido y la furia. 
Estábamos uno junto a otro, fríos.
El aliento de Saturno, decía alguno con ansias de grandeza. 
Eventuales movimientos del ambiente, el leve desplazamiento debajo nuestro.
Algún grito. 
Sus rostros abotagados, sus babas.

De golpe la luz y sus manos irrumpieron.
Se llevaron a unos.
A otros. 
Esperábamos salir un día 
Cortar el aire, y con suerte, 
quedar en uno de ellos.


sábado, 15 de abril de 2017

La zoológica pesadilla de J.C. Borges, un profeta tardío.




"Muerte es cuantas cosas vemos al despertar, sueño cuantas vemos al dormir."

Heráclito



Entre dormido y despierto, Juan Carlos me hablaba, seguía agitado por su pesadilla. Mis cuestionamientos a su capacidad para el horror onírico, fueron en vano. Tan sólo esperó a que resignado me cebe un mate, cediéndole tácitamente la palabra.
Se arrellanó en el sillón y comenzó su atolondrada perorata.

-Soñé con la escuela. No la escuela primaria, nuestra escuela, la de cine. Era de noche, un día cualquiera. Nosotros seguíamos tomando birra frente a ella. De golpe, se cortaba el tránsito y se escuchaban fanfarrias, como si llegara una corte medieval.
 Llegaba un jeep verde y se bajaba un yanqui igual a Bill Pullman todo trajeado. 
Y atrás de él, frenaba un camión de ganado. 
El tipo daba dos o tres órdenes y de la caja del camión bajaban mil cabras. Iban ordenaditas, a lo prusiano, como guiadas por un pastor invisible. Entraban a la escuela, mientras se llevaban a los de seguridad en una carreta. 
Todo esto, delante nuestro. 
Mudos, congelados nosotros. 
Bill Pullman se sentaba en el jeep y se ponía unos auriculares, lo más pancho. Pero del interior de la escuela se oían ruidos propios de una catástrofe. Entonces, no sé como, estábamos adentro, el piso estaba cubierto de vidrios y papeles. Las cabras se comían los libros de la biblioteca con un placer casi humano. Cagaban sobre los mostradores de madera y lo esparcían con sus patas. Desde el microcine se oían gemidos de cabras fifando, se había armado una gomorra caprina, entonces ni entrábamos. 
Cuando bajábamos al subsuelo, era como una kermesse. Las turras se hacían pases con los compus y terminaban pisándolas, otras se divertían dándoles topetazos y había unas que armaron un VIP en la oficina de post: miraban una de Vin Diesel....-

Los ojos perdidos de Juan Carlos se humedecieron y no me respondería más. Estaba aún en shock por la pesadilla.
Tuve que esperar varias horas para contarle lo de Feimann, Fantino y los animales más peligrosos: los gorilas.