viernes, 29 de junio de 2012

Silencioalsur


Y ser, al menos una vez, nosotros,
sin ese tinte de un color de otros.
Eladia Blázquez *


Después del bostezo de su pretendida, inequívoco signo negativo para la cena, Miguel intentó salir del trance charlando sobre unos amigos en común. Ella le respondía sin entusiasmo y empezaba a perder la vista en los miles de papeles que pendían en la pizarra detrás de él.
Un silencio neblinoso e intenso cortó el aire por 3 minutos. Pensó en las variantes más ridículas para cortarlo. Prender música, hacer uno de esos comentarios que sobran, toser. Todo esto mientras el pegajoso, molesto, incómodo silencio iba haciendo del  mínimo living un pantano. Un oportuno bocinazo en la calle detuvo la inundación. Miguel se inclinó sobre la mesa y dejó caer al azar: "Un auto". Victoria lo miró. Él apuró el vaso de vino y la miró, aún sabiendas que ese silencio que se había alejado era el efímero e ideal  para cualquier aproximación. Ella carraspeó y se levantó. Pidió permiso y entró al baño.

- Imaginate, en ese momento. Como con el arco sólo- los indefectibles lo miraban y seguían su relato- Un gil total...

Cuando ella salió del baño, Miguel había despejado la mesa, le ofreció café y sirvió dos tazas extremadamente calientes.
-¿Sabías que Lucio nació en un auto?- le dijo como volviendo erróneamente al tema, rápidamente continuó- Sí, en el Renault 12 de los padres. Por eso también es tan introvertido y tiene tanta resistencia para andar sin agua. Él nació en Francia, sus papás se quedaron allá y lo mandaron con unos tíos. La madre lo dió a luz en un embotellamiento, llevaba 8 horas esperando para entrar en Lyon. El caso fue famoso porque los involucrados en el embotellamiento, formaron una sociedad tan fuerte en tan poco tiempo...- ella sonrió- no, no, posta, no te rías. Los papás de Lucio viven en el Renault 12, esa ruta en Francia no existe más. Después de quedar 3 días ahí sin salida por dos accidentes graves, ponele que se cayó un avión en una punta y en la otra explotó un caminón de nafta, ellos formaron un pueblo.

-Pero eso...- le dijo irritado Tincho- ¿Eso no es como Autopista del sur?
-No exactamente, pero de todos modos ella parece que no lo hubiese leído...- le contestó Miguel- Cuando veo que ella sonríe...

-Los primeros momentos, apenas intercambiaron palabras, con el correr de las horas se fueron acercando y finalmente se...¿cómo se dice?..organizaron viviendas en los automóviles y acercaron al convoy (ponele que unos cien autos) materiales y cosas porque se vino una tormenta enorme.

-¿y vos? ¿qué onda? ¿sentiste que estaba haciéndose el canchero?- le dijo Sonia, lamiendo luego el papel y cerrando el porro- Porque digo, tooodos leímos autopista del sur.
-A esa altura ya estaba medio en pedo, me había tomado unos fernets antes de caer en la casa del pibe y estaba con mucho sueño...- Victoria revoleó los ojos- además, era simpático y le ponía ganas...

Después de describir los pormenores de la organización de la ciudad, le ofreció más café, puso música e instó a que se sentaran en el futón rojo.
-Acá se está mejor- dijo ella- ¿es Oscar Peterson?- señalado el equipo, Victoria se hizo la confundida
-Una alumna de él, Hiromi Uehara- él rascó la espalda y volvió al relato- Por eso Lucio es tan poco afecto a los viajes en auto, pensá que en su pueblo, las personas no caminaban más que lo que pudieran a pie. Inclusive él tuvo que irse caminando a Lyon para tomar el avión que lo trajo acá. Los tíos me contaban que fue una historia explicarle que de Ezeiza a Munro ir a pie es una locura... que le molestaban los faroles de las calles...

- Che, pará- Nicolás levantó la mano hacia Miguel-a todo esto ¿vos por qué seguías contándole?
- No sé, realmente pensaba que si paraba de hablar tenía que ser para el momento ese del silencio que decís vos, ese de meter el cabezazo y mandar la trompa...-se justifica Miguel- por otro lado, no podía deterneme ya.

- Por eso también Lucio sale con Alicia..- ella lo miró extrañado- ¿no viste que parece un fitito?- rieron maliciosamente hasta que el aire se llenó de piano.

-¿Lo arrinconaste vos? jajajaja ¿posta, boluda?- se reía Sonia entre el humo.
-No lo arrinconé jajaja, más bien lo guié un poco, él iba a seguir hablando si no y yo ya no tenía ganas de prólogo.

-Y se me vino encima, che- explicaba Miguel cerrando las manos entre sí- golazo, yo no lo podía creer.
-Este tipo es un grande- le guiñó un ojo Albano- ¿Viste que te dijimos? Ahí está, viejo- cerró pegándole a la mesa con más gesto que ruido.

Ella y él se acercaron. Sabían que ese no-silencio, era el silencio que buscaban y pensaron que no llegaría. Se besaron lentamente y fueron encerrándose en él.

-Cuando me desperté, lo encontré vestido y tecleando, escribía algo- dijo Victoria terminando de picar un morrón- Le pregunté qué onda, me dijo que era una cosa que tenía pendiente, me hizo unos mates, tuvimos unos besos más y me acompañó a tomarme el 36...
-¿Qué onda? ¿Se van a volver ver?- Sandra preparaba otro inmenso fernet.

-Tendrías que escribirlo...- le dijo el Turu cuando caminaban por Alem, con el frío de frente- Estaría bueno escribir una cosa así.
-Sí, no sé, esas cosas son como muy autobiográficas y me molestan un poco- desdeñó la propuesta Miguel- Igual, viste como es esto, en cualquier momento, me falta que publicar y lo redacto.





*Dedicatoria especial a N.F. (también colaborador en el título), J.L. y a la A.U.Pe.Li. por reducir mi autosabotaje.

miércoles, 27 de junio de 2012

El bigote del indi


Exagerada pintura de pose exagerada/ sin ánimo de ofensa.



Dylan, Los Stones, Sigur Ros, uno de Maria Elena Walsh. Ordena los cedés para que queden estratégicamente para que se vean bien, él debe mostrar el mejor y más abierto gusto musical. Abre la persiana que da a la calle Gurruchaga y acomoda las macetas rodeando una efigie de buda de yeso. Junto al sillón, un revistero devenido en depósito de longplays, delante de todo la sonrisa seductora de Sandro. Se asegura de tener varios tés en su cocina. Mira en su cuarto y ve que la luz dé justo sobre los libros de Milan Kundera y la foto enorme de una antigua amada rodeada de flores.

Entra al baño, regla en mano, mide el exacto espesor, ancho y longitud de su bigote y abre los dos botones de su camisa escocesa debajo del pulóver rosa. Acomoda lentamente sus anteojos enormes de manera que queden perfectamente simétricos sobre su nariz.

Vuelve al living del departamento, pone un sahumerio junto al gran ventanal y echa andar un disco de Cat Power apenas de fondo. Su madre duerme, después de todo no sería bueno que despierte. Cuando todo está listo suena el timbre.

Baja en el ascensor y chequea una vez más su peinado, la altura de sus jeans, la simetría de sus anteojos. Al abrir, saluda a una chica delgada y tatuada con un inusitado cariño, después de todo, es una desconocida. Ya en ascensor conversan típicamente sobre el tráfico, el barrio, el clima.
Le abre la puerta del departamento y ella se detiene largamente a ver unas portarretratos con fotos de la infancia. Sonríen, él le ofrece té, tiene una mezcla de hierbas que le trajeron de la India. Ella acepta y se sienta en el sillón, de su bolso saca una cámara de fotos.

En la cocina, el pone a hervir la pava con la cantidad justa para dos tazas a los fines de no demorar, vuelve a mirarse en el vidrio de la alacena, casi no se le notan los nervios. Escucha algo caer en la habitación contigua, donde su madre duerme. Rápidamente, le dice sin moverse de su lugar que debe pasar por el baño, la muchacha asiente con un okey suave, está distraída mirando los discos en el revistero.
Abre la puerta de la pieza y la cierra con delicadeza, su madre yace junto a la cama, sólo sus pies quedaron en ella. Se acerca lentamente, la mujer tiene los ojos cerrados y está muy pálida. Toma su muñeca y comprueba que no tiene pulso. Con cuidado y rápidamente sube el cuerpo a la cama y lo cubre con la frazada azul. Baja la persiana de la pieza sin ruido.

Al salir, sirve las dos tazas de té y las lleva al living. La chica lo felicita por su colección de discos, él dice que aún le faltan muchos. Del mismo bolso, ella retira un grabador y lo deja en la mesa. Él sabe que son sólo tres preguntas y se preparó para responderlas de manera que parezca natural.
-¿Por qué elegiste dedicarte a la música?- le dice ella, comenzando a sorber el té de la taza rosa con el dibujo de un cupcake.
-Bueno, en realidad- tose y se corrige la voz, cruza su pierna izquierda sobre la derecha- yo diría que fue casi natural, yo estudio fotografía además, pero esto es lo que siempre quise hacer- ella deja salir el gesto de simpatía que él esperaba- desde los trece años, cuando encontré una guitarra en casa me puse a escribir, anduve en algunas bandas, pero finalmente decidí que esto era lo mío.
Ella toma nota en un cuadernito y continúa- ¿Podrías nombrar las bandas y el género? Más que nada para poner en la entrevista en caso de que lo precise- y se lleva la taza humeante nuevamente a los labios.
-Sí, claro. Primero una banda adolescente te diría que formé con unos compañeros de escuela, se llamaba Sibilina y hacíamos algo así como rock...Más bien, dejábamos salir la furia hormonal jajajaja- ríe mecánicamente, ella lo acompaña- Después vinieron las dos bandas que me marcaron y de las que salieron mis compañeros actuales de escenario. Primero Fantasía Wap, una banda electro pop y después La Última Pisada, una banda folk que aún sigue tocando,  la rompen.
-Bien, gracias, bueno ¿qué buscás cuando vas a comprar un disco? ¿qué música te atrae?- ella deja la taza vacía en la mesa- Por cierto, delicioso el té.
Él se deja llevar explicándole las características de la infusión el tiempo justo para  llamar su atención y no perder el hilo (piensa)- Bueno, en un disco yo busco más que nada que me transmita una emoción...A veces es difícil elegir sin dejar afuera muchas cosas, por suerte con la internet es todo más fácil, ahora estoy siguiendo a una banda de Boston, The Solitaire Club, hacen postrock y a muchas bandas amigas de acá. Más que música, busco que me pinten emociones. Por eso también, como habrás visto, tengo tantos discos tan diferentes...
-Sí, claro- le contesta ella, que sacó el celular y lee un mensaje- Perdoname, pero tenemos que hacer la última y la foto, porque justo me tengo que ir, mil disculpas, estoy a mil.
-Dale, dale, no hay problema- dice él- Decime.
-¿Por qué pensás que la gente tiene que escucharte?- dice ella, acercando el grabador a donde está y calibrando la cámara.
-Jajajaja ¡que pregunta! Primero porque creo que la pueden pasar bien, lo que hago y lo que tocamos con la banda es divertido. Y después porque creo que las canciones que escribo pueden identificar a todos, las situaciones que relato... en fin, si venís, vas a sentir en algún momento que se habla de vos- concluye él.
-Listo- dice ella- Acercate al ventanal y hacemos la foto.
-¿Así nomás?- le replica
-Sí, dale, así está bien.
Él se acomoda junto al cuadro que le regaló otra ex y le pone una cara entre canchera y suficiente (cree). Se escuchan tres o cuatro disparos de la cámara y ella la guarda en el bolso.
-Che, muy buena onda, venirte hasta acá...- le dice él, acercándose.
-No estoy tan lejos, gracias por el té- cierra su bolso y se lo cuelga-  Bajo sola, total está abierto. Le da un beso en la mejilla y cierra la puerta tras de sí. 


Él no atinó a hablar. Vuelve al cuarto de su madre. Ella sigue rígida bajo la frazada. El muchacho se sienta a los pies de la cama y deja salir un largo resoplido. Luego unas lágrimas manan de sus ojos- No lo puedo creer- piensa- voy a salir en las tres preguntas de la Rolling Stone.

lunes, 25 de junio de 2012

Idea verde-cajón *


Estimados lectores: la siguiente es 
una mera nota literaria injustificada.



Retirados los deudos, los empleados cerraron la bóveda y el sol de la tarde dejó de existir en su interior. Apenas unos minutos después, comenzó a sonar un celular en el interior de ella, una latosa versión de Para ElisaEntonces, se escuchó un ligero golpe, un quejido y el tono de un teléfono, el tecleo y un silencio -Hola, sí, por favor con el Departamento de Atascos. Sí, sí, espero-en la tapa del féretro empezó a sonar un golpeteo de dedos nervioso- Encima te clavan un tema de Diego Torres los turros estos...Hola, hola sí, por favor ¿está Gustavo? Sí, Garófoli, sí, sí, espero...Hola Gus, te habla Juan Carlos, no me vas a creer, en el futuro también- se escucharon unas risas desde el auricular- Sí, como hace ochenta años en el de metal, ahora dicen que usan ataudes ecológicos...¿vos lo podés creer? Encima ni me enterraron, eso me pasa sólo a mí, estoy meado por Vishnú...Dale, dale, espero. 
Después del pitido del corte del celular, se escuchó un largo resoplido- Tendría que haber morfado menos, estoy re incómodo- se dijo a sí mismo mirándose inerte, no pudiendo despegarse del cuerpo. Inclinó la cabeza y miró la corbata del cadáver, de todos los muertos que había sido, este era sin duda al que peor habían vestido.



*Particular agradecimiento a la Asociación Uruguaya de Pensamiento Libreasociado (A.U.Pe.Li.) por permitirme la licencia del título

miércoles, 13 de junio de 2012

Aglio Baci


Dos cortos golpes en la persiana baja del almacén. El hombre se frota las manos y deja salir una voluta de humo mientras mira que no haya nadie cerca- Soy yo- dice en voz baja. La portezuela se abre dejando escapar una tenue luz, entra entonces agachándose incómodamente. En el interior, una mujer regordeta y escasamente vestida reina junto a un calefactor eléctrico al final del pasillo. Ha traído un colchón y almohadones. Ella pasa por detrás de él y cierra la puerta que une el depósito y el mostrador. Le pasa los brazos por la espalda y besa su oreja- ¿Viste que lindo..? Ahhh, esperá- detiene su voz endulzada, lo suelta bruscamente y enciende un velador dispuesto sobre una caja de latas de atún. Sin dejar de mirarlo a través de la luz roja que emana la bombita, enciende una radio de la que escupe una balada digna del más modesto hotel alojamiento. La cara del hombre se vuelve severa- Necesito hablar con vos- dice, avanzando unos pasos hacia el colchón- Esto no puede seguir…La mujer cruza de pie el lecho y lo abraza rápidamente, disponiéndose luego a quitarle el sobretodo y el saco. Él permanece inmóvil- ¿Qué no puede seguir, amor?- le replica con un dejo de fingida inocencia ella, desanudándole la corbata y depositando cuidadosamente las prendas sobre una silla.
-Sabés que. Mi mujer sospecha y no puede ser que nos veamos siempre acá, en el almacén y a dos cuadras de casa. El barrio está lleno de chusmas- el hombre se deja quitar la camisa y empieza a sentir el frío del depósito- ¿Me estás escuchando?- se impacienta, la mujer le ha desabrochado el pantalón  y se aparta de él, poniéndose a buscar afanosamente algo en su bolso, sobre una bolsa gigante de azúcar- Maribel ¿me escuchás? ¿qué buscás ahí?- casi le grita, al tiempo que termina de desnudarse. Ella asiente y continúa su búsqueda hasta dar con un paquete rectangular envuelto en papel de fiambrería- Acostate- le ordena al hombre, al ver sus piernas temblando. Abre las sábanas, él se echa y ella lo cubre y acomoda unos almohadones bajo su espalda, besa largamente su boca sin encontrar resistencia.  Le acaricia el mentón y pone el paquete en sus manos- Dale, abrilo- dice ella quitándose el sostén y metiéndose bajo las mantas junto a su cuerpo. El hombre abre el paquete y lee en voz alta- “Del arte de cocinar” Bartolomeo Scappi..¿de dónde…?- la mujer le cierra la boca con un beso corto y le arrebata el libro de las manos. Lo abre diciendo- Es la edición bilingüe, mirá…- duda un momento- te puedo leer esto…- se acerca a su oreja derecha y le muerde suavemente el lóbulo antes de proseguir- …”Harina, mantequilla, agua, anchoas, queso rallado, huevos, sal, pimienta..”-- le lee felinamente, mientras desliza las yemas de sus dedos sobre el pecho desnudo del hombre, quien asumió que ya nada podrá decir.

“Es muy tarde” piensa “no sé qué inventaré. Por suerte le avisé que comería con ella y me esperó”. El hombre se ha puesto mal las medias y siente frío. Chequea rápida y confusamente que su ropa esté prolija. Ni el hecho de haber perdido un gemelo lo preocupa del todo. A unos metros de su casa, ve llegar la moto del delivery, una vez más y empieza a extrañar las baladas.