jueves, 18 de octubre de 2018

El humo



A mi amigo bohemio Nahuel Federico.


En un rincón del boliche, dos hombres salidos de una novela de Gorki. Uno de ellos, el más viejo, se atusa el amplio bigote, amarillento de tabaco. Escucha con atención al más joven, de cabello crespo y con cachetes de malacopa.

“Cuentan que Rimush, monarca acadio, tenía serios problemas para reconquistar ciudades que habían caído en manos de rebeldes. Sufría, día y noche, por los tremendos problemas del reinado de su padre que lo atormentaban. Una noche, un amanuense trasnochado, levantó la cabeza ante su rey que le dictaba ordenanzas. Con su noble permiso, le dió un consejo al oído. Los rebeldes debían cometer un acto tan atroz bajo su propia bandera, que hiciera que el pueblo volviera al cobijo del imperio. Rimush, recibió la idea, restándole importancia y reprendiendo el atrevimiento…”

El ruso más joven se detiene, bebe un trago y resopla en la humareda que la pipa del viejo le imprime al aire.

“Pocos días después, el sastre real recibió una orden muy extraña en calidad de ultra secreta: debía confeccionar dos grandes pabellones idénticos a unos capturados en las afueras de Umma. Además, Rimush le dijo personalmente que tenían que verse desgastados y raídos.
Una noche más tarde, el pueblo de Umma ve como los rebeldes queman la biblioteca de la ciudad y vejan a las mujeres a su paso. Todo termina en una confusión tal, que la pelea entre los falsos y los verdaderos rebelde, permiten a Rimush entrar triunfante a pacificar. Arresta y condena a apócrifos y reales sin distinción”

Nahuel despierta de inmediato, como atravesado por un rayo. Afuera la madrugada cae sobre el río Paraná. No puede esperar a contárselo a los pibes de la barra. Encontró la máxima humillación, tiene la idea del siglo. Tiene en su cabeza algo que perdurará en la historia.  Rápidamente, un secreto se trama sobre la ciudad de Zárate. Parece imposible, pero Defensores Unidos lo intentará. Años de rivalidad y gastadas cimentan semejante acción.
El aviso en internet por dos latas de humo aparece casi como un fantasma. 

Nahuel, con cara de sonso, lleva las dos latas pintadas de violeta a Campana. Las vende a un precio realista, pero mucho más barato que cualquier otro. Los barras de Dálmine, soñando con su fiesta, con el orgullo hechido de sus colores, lo reciben en la puerta de su estadio.
El joven realiza la transacción con discreción y velocidad. Falta menos de una hora y media para el partido y quiere llegar a casa a mirar su obra por internet. No hay visitantes, quedarse es una locura. Recibe el dinero y se despide con amabilidad digna de una calificación positiva. Hace dos cuadras, dejando atrás el monumental de Mitre y Puccini. Se arrepiente. No puede elegir la fría pantalla para admirar tan vil y genial hazaña. Haciéndose el distraído, saca una entrada y entra al corazón mismo del enemigo.
El humo celeste, ese del color que ama aparece emanando grotesca humillación en medio de la hinchada violeta. El humo celeste, el de Nahuel, el de Zárate en una enorme e inasible columna parece un dedos de los dioses señalando la idiotez de Dálmine. Los pocos barras que atinan a intentar que su recibimiento sea menos ridículo intentan infructuosamente que el humo se detengan. Tapan el tarro con la tapa, pero el calor de la combustión lo hace imposible, patean la lata tribuna abajo ensanchando la columna celeste.
Nahuel se acerca al humo, lo inhala para justificar sus lágrimas, lágrimas de alegría, lágrimas de victoria.
Para mayor alegría, Dálmine pierde el partido. La barra de Defensores Unidos lo recibe con loas y vítores. Han temido por su vida ¿Cómo se iba a quedar en la cancha sin avisar? La borrachera de festejo, lleva a Nahuel a dormirse en una silla en pleno noche triunfal.

Los dos rusos reaparecen y lo interpelan con la mirada. El más joven, con los ojos inyectados en sangre, parece haber avanzado en su relato.

“La victoria de Rimush, parece desvanecerse en sus manos. Las rebeliones de Ur, Lagash y Uruk se suman al clima de descontento. Cada noche en la torre de su palacio, se pierde en mapas y posibilidades de ataque que lo rodean, lo asfixian hasta las lágrimas.  No sabe que pagará su traición pronto a manos de su hermano,Manishutusu que lo asesinará para llegar al trono”

Nahuel, despierta sobresaltado en su silla, vomita con fuerza inusitada y tiembla de miedo. Se moja los pies y las manos con el líquido. Los muchachos a su alrededor entran en un colapso de risa ante la caída del héroe de la tarde. Un enorme dedo del ridículo, lo señala desde el piso de mosaico.

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