Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente...
Celedonio Flores
Evangelina cierra la puerta y se saca
lentamente la campera negra, la arroja sobre una silla. La luz es tenue y
amarillenta, se sienta frente al espejo, enciende un juego de lámparas, nace
una mucho más blanca y diáfana que marca las imperfecciones de su rostro y hace
dos lagunas violáceas de sus ojeras. Apunta el control y el televisor empieza a
emitir imágenes sin sonido en la esquina del camarín y solo piensa ponerle
volumen si ve su nombre en los titulares del zócalo de la pantalla. Sube la
silla neumática frente al espejo y los cosméticos apilados, ahora está a la
altura ideal para ser maquillada. Se mira los pechos turgentes y se los
acaricia casi con deleite, sabe que son hermosos. Desde el pasillo llega la voz
aflautada y gangosa de Jorge, o George como le gusta que lo llamen, que entra
escandalosamente a la pequeña habitación.
-¿Cómo estás divina?- le dice el muchacho, besándola
sin rozar su pómulo y ruidosamente- Me enteré que anduviste por Tierra Roja
anoche- comienza a pasarle un grueso y suave pincel con unos polvos rosados.
-Sí, estuve, medio aburrido, pero me pagaron
buena plata- dice quitándole importancia al asunto. Gira levemente el cuello
para que Jorge comience a pintar sus ojos, cuando suena su pequeño teléfono
móvil. Lee presurosa el mensaje de texto y no lo deja empezar.
-Andá a dar una vuelta que me van a visitar,
volvé más tarde- dice sacándose el delantal plástico que le había puesto el
maquillador.
-Pero, nena, tenés que estar lista para las
ocho…- dice más agudo que nunca, ella lo corta en seco- Dale, andá, por favor-
y le toca el hombro fraternalmente.
-Esta al final…cada vez que le pinta un
chongo…- se va protestando bajito el pintor de caras.
Ella rápidamente ordena algunas de las cosas
de su camarín, liberando el diván rojo, se perfuma el cuello y se ordena con
los dedos rápidamente su cabellera en desorden. Suenan dos golpecitos cortos en
la puerta del camarín, ella abre.
Entra un muchacho joven, con anteojos negros,
no muy alto. Ella lo besa apenas y lo toma de la cintura. Ambos se sientan en
el diván.
-¿Qué te pasa? Estás raro ¿Por qué no me
hablás?- y le da un beso largísimo, en el que descubre con horror una lengua
afilada y femenina, rápidamente se despega del rostro enmarcado en los
anteojos. Recibe el chicotazo amargo de un sopapo de la pequeña mano. La
muchacha se quita los anteojos y lanza una serie de improperios. Ella todavía
sigue aturdida, pero sabe perfectamente que es la novia del muchacho al que
esperaba, casi una emboscada el maldito mensaje. Está en el suelo y no
encuentra nada contundente para golpearla. Cae inesperadamente en un sopor y la
oscuridad gana sus ojos.
-Dale, nena, abrí que falta una hora y ni
empezamos- el maquillador golpea con fuerza la puerta y se toma la frente con
una mano- ¡Ay, esta me va a volver loco! Bueno, entro, no me importa- abre,
lanzando un viento por todo el camarín que sacude las fotos y las plumas. En el
diván, Evangelina llora catatónicamente, su rostro tiene una serie de
cicatrices y tiene algunos golpes sobre los brazos. Jorge entra corriendo y
lentamente comienza a limpiarle con un algodón humedecido en perfume a falta de
alcohol, le habla al oído con cariño, consolándola.
A los gritos pide ayuda, se acercan algunos
compañero de elenco y el dueño del teatro que entra y cierra la puerta- ¿Qué es
este escándalo, Jorge?- dice ahogándose y con la cara regordeta enrojecida-
¿qué le pasó?
-No sé, le dice, la encontré así- dice y la
levanta suavemente desde la cintura hasta sentarla. Se lee en su frente claro y
en rectas letras “PUTA”. El dueño del teatro se pasa apenas el dorso de la mano
por la frente húmeda –Nadie vio nada, no sé quién le pudo haber hecho esto…-
deja escapar, llorando a moco tendido y abrazándola cada vez más fuerte.
El hombre gordo se acomoda el traje y le dice-
Quédate acá, que no entre nadie. Ya te mando un médico, por nada del mundo
cuentes de esto- apenas asiente Jorge entre lágrimas. La puerta se cierra
detrás del la corbata roja del dueño del teatro, que se limita a echar a todos
diciendo que no pasó nada.
-Ahora, no soy nada, no soy nada, Yorsh, no
soy nada- gime recién despierta y sollozando- miráme…- le grita y el corre la
cara humedecida, su vista se pierde en el televisor donde un hombre joven habla
efusivamente sin que se escuche nada.
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