"Una buena imitación es
la más perfecta originalidad"
Voltaire
“María
friega una pila de platos. Bajo una luz ámbar y con los gritos latinizados del
canal de dibujitos. Recaudó, con inteligencia de superviviente, los restos de
comida casi intacta que Felipe había dejado. Una lágrima de sudor baja por su
rostro enjuto.”
En aquellos días, pienso risueño, parecía que mi
crónica antropológica era demasiado elaborada. Pocos años de trabajo y mucha
literatura. Lo irónico es la circularidad, tener que dar, veintitrés años
después con esas notas, para intentar resolver el crimen de De Rais. Leerse
siempre es ridículo. Me río entre cortado, leo recordando el empeño dispuesto
en descubrir en la conducta humana alguna salvación.
“Felipe
parece absolutamente consumido por la televisión. Apenas hila palabras y
disfruta particularmente, cuando se presenta la oportunidad, de jugar a que es
cajero de un banco. Recibe constantemente juguetes que disfruta apenas minutos
antes de pedir otro. Los acumula en desorden, María empeñosa se esmera en
ordenarlos pacientemente.”
Miro el reloj y apenas son las once de la mañana,
todos atacan frenéticamente una bandeja con facturas en la comisaría. Nadie
trabaja el último día del año, pero yo debo cumplir horario completo. Los miro
comer y hablar a los gritos y prefiero volver a la lectura. Desde navidad, sin
caso asignado, me había propuesto resolver este mamotreto. Apenas leí la carátula,
recordé mi familia experimental y empecé la búsqueda. Fueron largos siete días,
con sus correspondientes llamados, para poder dar con mis apuntes de esos días.
Me sirvo una taza de café, rechazo con cortesía el contacto de mis colegas y
vuelvo a la lectura.
“Ante la
impotencia que muestra Norma y la violencia inconducente Leandro, padres de
Felipe. La única figura que parece disputar la superioridad impuesta a gritos
del padre es Isabel, madre de Norma. Ella consiente aún más los insólitos y
ridículos caprichos de Felipe a rajatabla. Su presencia en la casa subvierte el
orden. Ella acciona en cada visita el mecanismo de la disputa para cambiar todo
aquello que desaprueba”
Lo siguiente es una larga descripción física y de
carácter de Isabel. Increíble ocupar una carilla con esto, percibo claramente
lo mal estudiante que era. De todos modos, podría haber continuado la carrera.
Surgió esto y…Ordóñez no puede sudar tanto. Admito que la comisaría es calurosa
y más al mediodía, pero este tipo se duerme y casi emana una niebla de sudor.
Levantar la vista del papel es para peor. Vuelvo unas páginas atrás.
“Se trata
de un chalet americano. Las rejas delanteras verde inglés en nada difieren de
las demás del barrio. El frente tiene piso de lajas verdes y sus paredes están recubiertas de piedras. Apenas se cruza el umbral de la puerta…”
Mi memoria está bastante fuera de estado. Alguna
peripecia (si no una exigencia sin sentido de la cátedra) hizo desaparecer las
primeras cinco hojas del diario que llevaban la dirección exacta y datos más
allá de los nombres. Es mediodía, todavía puedo llegar a dar con el lugar si
alguno me lleva.
Salgo a comer con el expediente bajo el brazo. Quince años a
pebete todos los mediodías, el sueño de un pedófilo, me río como un estúpido.
Jamón y queso una vez más, casi sin excepciones, siempre. La sombra da justo en
el hueco que enmarca la ventana de la oficina del registro automotor.
“Hace
días, el conflicto radica en un juguete regalado a Felipe por una
familia amiga. Isabel está obstinada en que Felipe no juegue o duerma con él,
mientras que sus padres no ven nada malo en ello. Hoy después de quejarse sobre cada
aspecto de la limpieza de María, Isabel tomó el juguete, lo escondió dentro de un
ropero. Minutos después Felipe volvió de la escuela y comenzó a buscarlo
frenéticamente, sin escatimar en insultos e imprecaciones a María por no dar
información”
Del juguete nada, simplemente “juguete”, menos mal que
aprendí a ver un poco más los detalles acá en la fuerza. Detengo mi lectura para terminar mi sándwich y mirar pasar al grupo de mujeres que sale
cada mediodía a correr. Nunca podré entender ese fenómeno, correr en círculos
todos los días sin más. Por pura rutina, por puro impulso de quemar tiempo. Sin
embargo no faltan los buenos resultados en el plano físico, que recibo sin
desagrado. La más alta, parece una mujer de familia, tiene algo agradable en su
semblante. Hoy no lleva su camiseta rosa ceñida, tiene una camiseta larga del
club Villa Berlín.
“Felipe
manifiesta egoísmo y materialismo bien marcados. Todos sus juguetes están en
lista perfecta y completa cuando debe compartirlos con algún eventual
visitante. Al terminar cada juego, generalmente una imitación de la compra y
venta, recuenta cada juguete utilizado aún sin ordenarlo. Razón mayor para que los intentos de Isabel de desprenderlo de su muñeco no tengan éxito. Tres intentos han fallado. María en dos ocasiones cedió a los ruegos del niño y
la última vez Felipe dio con él con facilidad apenas buscando.”
Gutiérrez me lleva de mala gana en busca de la casa.
Le ofrecí mi caja de fin de año a cambio, por eso tendrá que manejar un largo
rato. Calavera no chilla, le digo que pare en un quiosco y me bajo. La gaseosa
fría le devuelve la sonrisa. Las calles camino al club son esquemáticamente
iguales. En todas las casas se respira una cierta suficiencia burguesa. Ya
recorrimos dos veces cinco o seis cuadras a la redonda, sigilosos por momentos,
apurados por otros. Ahí está la hija de puta. Le pintaron las rejas de blanco,
hace como cinco años a juzgar por el óxido. Tiene el pasto largo y cartel de
venta. La inmobiliaria debe estar aún abierta. Gutiérrez acelera bajo mi
solemne promesa de empanadas.
“La
discusión se suscita cada vez con más frecuencia, cada vez que Isabel visita la
casa. Ella insiste en que el muñeco “tiene la
cara de Menem” (sic). La referencia al
presidente genera risas en sus interlocutores, pero ella no duda que ese es
un rostro nefasto.”
No sé cómo conseguí que me mostrasen la casa, se ve
que el gordito no vendió nada en todo el año. Tengo que esperarlo media hora en
la puerta. Gutiérrez mira el reloj y me putea hasta en sánscrito en su fuero
interno. Si el gordito no llega a venir le voy a tener que regalar una docena.
Entre las hojas encontré un apéndice inconsistente de fotocopias de productos
que se consumían en la casa. Al fin un indicio preciso del rostro del muñeco.
La caja está toda en inglés, pero tiene el dibujo de Harry y los Henderson. Chota película, según recuerdo, en la que el
yeti convivía con unos gringos. Se parece, ciertamente, a Menem en su momento
más piloso.
“Hoy, 15
de marzo de 1995, la familia me ha invitado cortésmente a despedirme y a
esperar su llamado en caso de continuar con la observación. Mi insistencia
llegó hasta recibir un grito de Leandro.”
Es la última página antes del apéndice. En la
investigación, los cuerpos se encontraron en estado de putrefacción en enero del
96. Si el padre era el violento ¿por qué apareció también emparedado? La última
nota estaba fechada un mes después.
“Entregamos
entonces, el informe completo, corregido y sus correspondientes apéndices,
pactando con la cátedra del Lic. Antonini la entrega del informe completo de
conclusiones el 20 de Octubre del corriente”
Mi firma y otras dos figuraban debajo. Mejor no pensar
en el destino de mis compañeros. El 20 de octubre de ese año ya estaba dentro
de la fuerza en homicidios. Graciosa coincidencia.
El resto de lo que tenía eran vagas anotaciones del
caso en general: se inculpó a María de la desaparición de Isabel, Norma y Leandro, luego de varias apelaciones se la sobreseyó y se le pagó una indemnización. Felipe había sido
enviado a vivir a Mar del Plata con unos tíos. En una larga carta que ellos
poseían, Isabel pedía que lo cuidasen un tiempo y enviaba una fuerte cantidad
de dinero para sus necesidades. Desaparecieron de un día para el otro. Finalmente, unos tipos que usurparon brevemente la
casa descubrieron una pared en el desván perfectamente camuflada. Detrás, los tres
cadáveres putrefactos.
El gordito se esmera en mostrarme la casa como una
ganga. Evidentemente no se la pudieron encajar a nadie después del crimen. Veo
la ventana con ese horrible vidrio ámbar. Todo en un silencio sepulcral. Pido
ver la buhardilla, el gordito primero se niega y me obliga a revelar mi
condición de policía. A regañadientes y por puro temor abre la puerta trampa.
El lugar hierve de calor. Apenas hay unos diarios tirados, algunas cajas y
polillas. Y cubierto de polvo, el muñeco menemista. Es aún más feo en persona.
Tiene una expresión entre estúpida e inocente que lo hace insoportable a la
vista. Gutiérrez me arrima una bolsa de naylon y lo tomo como prueba del caso.
El gordito primero se opone, pero apenas un cambio de gesto de mi compañero lo
convence.
Cuando subimos al auto, Gutierrez sin decir nada
rumbea para la rotisería de Belgrano y Villegas. Tanto lío para nada. Al final
había sido nada más que satisfacer mi curiosidad y faltaban casi dos horas para
salir. Prefiero ni redactar el informe.
En la comisaría quedamos muy pocos, casi todos se
fueron antes del cambio de turno. Gutiérrez se sienta en la cocina y extiende
con simpatía las empanadas. La oficial Ribero no duda en zamparse una empanada
sin demasiado predicamento. Me siento junto a ellos y pido por favor que
cambien la cuenta regresiva de Crónica tv. Faltan ocho horas para las doce.
Gutiérrez comienza un zapping errático y se detiene a mirar dibujitos. Lo
repruebo y se ríe. No me ha escuchado, tanto él como Ribero se divierten con
las zonceras de Bob Esponja. Le arrojo el muñeco de Harry, tomá, jugá con este también. Apenas impacta en su rostro el muñeco
rompe con sus brazos la bolsa plástica y comienza a ahorcar a Gutiérrez. Me
paraliza la lucha, es terrible y ridícula. Ribero sólo grita y saca su pistola.
Le apunta al muñeco y ya es tarde para explicarle que detrás está la cara de
Gutiérrez.
Será un pésimo fin de año. Gracias, Menem.
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