La princesa rolinga
quedóse
dormida.
De su boca de fresa
una gota de baba
viajaba.
De su infausto
destino
ella no sabía,
pues su corta porfía
al final descendía,
como lluvia palpable
al ajado regazo
del anciano invidente
que a su lado la oía.
Ni la luz de la tarde
que los rieles
gastaba
esa paz alteraba.
La princesa rolinga
de los negros
cabellos,
de las largas
pestañas,
con ojera de tiempo
y en el éter de
sueños,
dormía.
En el haz
que cortaba
la corriente de baba
se imprimió
tal silencio
que mirándola,
tonto,
antes que despertara,
algo me decía
que la tristeza
un encanto olvidado
escondía.
No la olvidaría.
La princesa rolinga
entretanto
dormía.
me encantó!
ResponderEliminar