"Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a
quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que
en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella
venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían
ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío."
Miguel de Cervantes
Jorge
Luis Borges está muerto. Ludwig Van Beethoven también. Sobre sus lápidas
herrumbrosas florece irónico el moho del pasado, que crece en el presente y
para ellos es futuro. Sobre sus nombres, bajo una brumosa papelería legal, pesa
el confort de dudosos herederos. Alegre en el cielo, el inventor de la rueda,
se les caga de risa. Cuántos giles- dice- comerían y se recostarían sobre oro
por algo que no hicieron. Una presa de pollo se le atora, Borges no lo vé,
Beethoven no lo escucha. Protagoniza una nueva muerte en el paraíso.
Aquí, en
la tierra, Mikel, extasiado de cannabis y cansancio, busca el solaz de la
música que, según él, escuchaba Sir Lancelot en sus horas felices. Pone su
video favorito en youtube. Diez Horas de Música Medieval. Algún genio, algún
aparato, algún infeliz se tomó el trabajo de buscar imágenes en gugle y pegar
sus discos de música medieval , movie maker de por medio, para cargar un video
que acumuló poco más de veinticinco reproducciones (el 70% hechas por Mikel).
Borges
le comenta al inventor de la rueda que su invento es fascinante y se inscribe
en él la lógica infinita y retornable del universo. Él, no le contesta, está
morado y apenas esboza unos movimientos espásticos. Beethoven, sigue sin
escuchar la charla y castiga un casiotone sin pilas.
Youtube
como una barrera cibernética, impone el mayor de los sin sentidos. Una especie
de carita triste colorada informa, al pobre Mikel (quien a esta altura hierve
de enojo), que por violación a derechos de autor (así, sin más
especificaciones) el video ha sido eliminado. Una puteada se pierde en el
viento que roza las casas bajas de Adrogué.
Usted,
querido lector, dirá “Esto es un montón de frases hiladas sin sentido” y yo
tranquilamente podría contestarle, que el devenir de los días, está configurado
de una manera similar. Sin embargo, le pido paciencia y que no se apresure a conclusiones
como lo hace en la vida.
Imposible
dar con esas melodías nuevamente, se lamenta Mikel, la compilación no aclaraba
autores, ejecutantes, siquiera origen exacto de la música. Entonces lo vence la
flojera de la generación cibernáutica, se deja seducir por un disco de Oscar
Peterson y olvida el trago amargo. Pero, como imaginará, avezado lector, yo urdo
secretamente un intento de solución. Mando un mensaje al usuario, le solicito cortésmente
que me indique de dónde venían esos mágicos sonidos. No me contesta, la fortuna
sigue riéndose de mí desde el interior de algún bolillero o una galletita
oriental.
Superado
el incidente del pollo, previa intervención de Bach que pasaba por allí, el
inventor de la rueda, le comenta los pormenores de sus observaciones sobre los
derechos de autor (desconoce evidentemente al abogado australiano John Keogh).
El músico se irrita al punto de negar la inspiración divina y piensa en cuánto
bien le hubieran hecho esas monedas
cuando la escasez se sentaba a su mesa.
Pero entonces, bastaba con chuparle las medias a algún noble con un
mínimo atisbo de aprecio por sus acordes. Claro, le dice Borges, ve usted que
la historia es infinita y la necedad humana ha permitido que hoy se encarguen
de esos fines los monstruos sin rostro de las disqueras. Bach le dedica una
sonrisa y se retira airado cuando ve que el escritor no le devuelve la
amabilidad.
Aquí, no
me lo niegue, ya estamos a pasitos del meollo del asunto.
Comienzo
a buscar algún usuario que haya reproducido ese vídeo antes de que se pierda en
el sintiempo de la web. Todo parece inútil, hasta que doy con un usuario que me
contesta raudamente. Él (lancelot_59) tampoco ha podido dar con ese compendio
de música nuevamente, sin embargo, me
comenta, tiene una espada mágica que lo ayudará a encontrarlo y a salvar a su
patria. Evidentemente el hombre está orate. Nuevamente, mis esperanzas se
desvanecen.
La
música viene a mí en un sueño. Estoy en medio de un campo de trigo. Hay una
mesa y cuatro sillas, dos de ellas están ocupadas. Me siento. A mi derecha un
hombre de armadura intenta sin éxito pasar la bombilla de un mate por los
huecos de su casco. A su lado, Borges sonríe. Yo desconfío de ambos, el cielo se
ha puesto violeta. Súbitamente, una mujer de largos cabellos aparece, los
campos se abren a su paso, la luz angelical que emana nos ciega. Cuando llega a
la mesa, resulta ser una mujer bajita con cara de atender una mercería. Lleva
un batón con flores y escupe al hablar. –Estimados, les traigo sus pedidos y
rájense rápido- de uno de los bolsillos de su batón, saca, como en un acto de
magia, una larga espada. El caballero medieval se yergue rápidamente, tirando
la mesa con la pava y la yerba, toma la espada y parte corriendo entre los campos,
simulando ir a caballo.
-Es un tarado-se excusa la dama y me mira- vos vas a
tener que esperarme un poco más. Borges, aquí lo suyo- del otro bolsillo del
batón, saca una esfera rodeada por un halo azul que flota en el aire, es lo más
bello que he visto en mi vida.
-Aquí tiene- le pone la esfera en la mano a
Borges- su bendito Aleph, mire todo el universo tranquilo. Borges lo acerca a
su cara y lo guarda en su bolsillo. Le agradezco la ironía, dice y se apoya en
su bastón, camina lentamente hasta que se pierde de vista entre el
amarillo del trigo.
Como
salida de la nada, como si fuese puesta
por el montajista de los días, se empiezan a escuchar los acordes de la música
medieval. Ojalá estuviese Mikel aquí.
Ella se suena los mocos con estruendo –así
que esto es lo que buscabas- se ríe y se nota que ha perdido uno de sus
caninos- no che, no va a poder ser. Tengo arreglado con un poder superior
empezar a quedarme con toda la música que no sea en vivo.
-¿Cómo
puede hacer eso?- le digo, sin ocultar mi tristeza.
-Son
años de ser la inspiración de tantos, en algún momento me quiero retirar, ya
estoy pagando un bungalow en el cielo, los de las disqueras ganan plata, yo también.
Entendeme un poco, che. Después de todo, la música está en el aire.
Despierto.
Mikel duerme, ronca en do menor. Empiezo a grabarlo, sé que algún día podré
cobrar por esos sonidos.
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