Nos divertíamos así, simplemente.
Como los monos crueles mirando las hormigas sobre la rama que las conduce a su boca.
Cualquier tarde, calcada.
Casi no escuchábamos a la navaja del tiempo afilándose.
Estábamos uno junto a otro, fríos.
El aliento de Saturno, decía alguno con ansias de grandeza.
Eventuales movimientos del ambiente, el leve desplazamiento debajo nuestro.
Algún grito.
Sus rostros abotagados, sus babas.
De golpe la luz y sus manos irrumpieron.
Se llevaron a unos.
A otros.
Esperábamos salir un día
Cortar el aire, y con suerte,
quedar en uno de ellos.
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